UN CUENTO SIN FIN

PROCRASTINAR: Esa ha de ser mi palabra por estos días. Tengo tantas cosas que leer y estudiar, pero no! yo solo puedo pasarme el día pensando en el pasado y en el futuro.

Hoy, viviendo en el pasado recordé el primer "blog" que abrí allá en el 2004, claramente no pude recordar ni el usuario ni mucho menos la contraseña, pero como soy buena stalkeando paginas web, decidí crear un nuevo perfil y... luego de un par de horas me encontré con 6 escritos y más de 100 visitas en cada uno; no esta mal para una pagina que quizá solo uno de mis conocidos sabe de su existencia.
No recordaba nada de este cuento pero me pareció interesante imaginarme estudiando microeconomía; así de estresada estaría por culpa de mi querido profesor Edgar que me dio por escribir esto. jaja!

Aquí se los dejo:

19 horas y me sentía viviendo en la nada; no tenía inspiración y con ello, mis deseos, motivaciones, fe y energía, se esfumaban.

No reía, no lloraba, no quería abrazar y, besar me daba igual.

Entre el juego y el estudio no me quedaba mucho tiempo para pensar y poner en orden mis problemas. No me quedaba mucho tiempo para ser yo.

Mientras peleaba con el tiempo, mis notas disminuían, mis amigos viajaban con la luz, quedándome yo en una dimensión cualquiera completamente sola y a oscuras. Mi imaginación se detenía y mis ojos se iban cerrando muy lentamente con intención de encontrar alguna excusa para abrirse de nuevo.

Esa, fue una noche como las del común; en la que ni siquiera se ve la luna, no llueve ni ventea. pero, pasó algo inexplicable; el teléfono sonó y sin ánimos de contestar, me dirigí hasta el, levanté la bocina y con un gran esfuerzo lo dije: -Aló!- oh!, había hablado, sentí un leve cosquilleo en mi garganta y una mínima expectativa por esperar la respuesta a mi "saludo"... 1 segundo, 2, 3... colgaron. Quizá era equivocado o las líneas estaban dañadas, pero igual, ya no me importaba.

Volví a la silla rota de la esquina y de nuevo el teléfono dio su aullido. Esta vez esperé que sonara tantas veces como quisiera porque ya no quería levantarme de la silla a la cual me había aferrado y, mucho menos quería saber quién estaba al otro lado del teléfono.

Otra hora mirando la pared azul y dándole vueltas a mi pelo ondulado con la mano izquierda. Otra hora "leyendo" el libro de microeconomía suponiendo entender los supuestos que el suponedor suponía íbamos a entender. Otra hora oyendo música que no podía escuchar. Otra hora sin ser feliz... ni infeliz.

24 horas y seguía viviendo en la nada y sobre todo, seguía peleando con el tiempo.

24 horas y 50 min; el teléfono sonó una vez más y esta vez tampoco quise contestar... un mosquito en mi pierna y un leve movimiento bastó para alejarlo y, bastó también para desestabilizar la silla y hacer que yo cayera de espaldas sobre le frío piso que nunca había sentido y, quedar mirando fijamente hacia arriba y de ese modo descubrir otra pared de un color diferente. Parpadeé y dos gotas saladas brotaron de mis ojos, lloré durante 10 min y pensé que si existía esa pared, entonces no todos eran príncipes azules, el cielo podría ser algunas veces gris y el mar, podía ser también verde.

24 horas 59 min 1 seg. Me levanté (sin dejar de llorar) cogí mis llaves y salí de allí...

...había encontrado una excusa para hacerme la víctima

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